sábado, 28 de agosto de 2010

Educación sexual

Polémica

 
 Pío Moa
2010-08-27

Me ha sorprendido oír a Pepe Domínguez, de ordinario tan agudo, explicar que él es partidario de la educación sexual, que la recibió ya estando en la escuela, que es conveniente conocer el propio cuerpo y que no le ha causado ningún trauma, más bien al revés...
Pero el argumento no me parece muy consistente. La experiencia particular cuenta poco cuando hablamos de asuntos generales. Hay quien se ha criado en un hogar con el padre borracho y la madre prostituta y ha salido un tipo sensato y talentoso, sin que ello aconseje criarse en una familia así. Cuando tratamos de la educación sexual o de cualquier otro tipo, debemos fijarnos en sus consecuencias generales.
Así, ¿cabe negar una correlación entre esa educación o lo que sea, y los altos índices de fracaso matrimonial, de fracaso familiar, de fracaso escolar, aborto y otros fenómenos relacionados, como la expansión de la droga, el alcoholismo, etc.? A mi juicio existe una correlación bastante clara. Porque la educación sexual no es, como se presenta, una enseñanza por así decir neutra, sino un adoctrinamiento en una determinada concepción ideológica de la sexualidad. Prácticamente se está adoctrinando a los niños en la idea de que la sexualidad consiste esencialmente en actos placenteros que da igual cómo se realicen, entre hombre y mujer, entre hombres, entre mujeres, en definitiva también con animales o con niños. Todas las formas de sexualidad, afirman, son equiparables en la medida en que proporcionen placer y responden a las inclinaciones de cada cual... Es la ideología típica de un dueño o dueña de burdel, la que cabría esperar de la "puta vieja Celestina", presentada como paradigma de progreso y liberación. Por supuesto, tales educadores no olvidan soltar algún rollete sobre la responsabilidad, el cariño y esas cosas, que quedan bien pero en ese contexto son solo adornos justificativos y sin efecto real.
Tal "educación" sexual se llamaba en otros tiempos perversión de menores, y no se da solo en las escuelas: toda la televisión basura, es decir, la mayoría de la televisión, constituye otra escuela a gran escala de tales enseñanzas. Hoy, una proporción muy elevada de los niños ha dejado de recibir ninguna educación significativa de sus familias, cuyo papel educativo ha sido sustituido por esa televisión, auxiliada por los emancipados profesores de enseñanza sexual, que además van de científicos por la vida, al modo como solían ir los marxistas.
Me recuerda la exposición de Tocqueville sobre el despotismo democrático: "un poder inmenso que busca la felicidad de los ciudadanos, que pone a su alcance los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar". "Un poder tutelar que se asemejaría, a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero que, por el contrario, sólo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia".
Una "educación sexual" en manos de delincuentes como los políticos actuales no me parece, francamente, que pueda producir otra cosa que delincuentes semejantes, ojalá me equivoque; en todo caso va enfocada en esa dirección, no podría ser de otro modo.

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sábado, 7 de agosto de 2010

La Constitución de 1978 (I)

   Así pues, la gestación del texto constitucional distó de ser muy democrática, pero de momento no encontró más escollos que la indignación de AP, resuelta con la escisión del partido. El asunto más escabroso --pero no el único-- fue el de las autonomías, concretado en el Título VIII y en la inclusión del término “nacionalidades”. En palabras de Herrero de Miñón, uno de los ponentes con mayor influencia, “comunistas y, más aún, socialistas, pretendían elaborar una completa nueva planta constitucional en la cual la Jefatura del Estado perdiera sus connotaciones históricas, la parte dogmática supusiera una transformación, cuanto más radical mejor, de la sociedad y la economía y las autonomías correspondieran al principio del federalismo”; en cambio interpretaba la postura de AP como un plan de “reformas parciales de las Leyes fundamentales franquistas” y adición de otras nuevas”; y afirma que UCD acertó “con un término medio: cambiar el Estado, y permitir el cambio social sin cambiar de sociedad ni de Estado” El aserto revela un optimismo exagerado.

    El Título VIII, referido a la organización territorial y en particular a las autonomías, resulta contradictorio, pues pretende por una parte establecer las competencias de las autonomías y las del estado central, y por otra parte vacía estas últimas advirtiendo que las autonomías podrán extender sus competencias (obviamente, a costa de las nacionales), y el estado podrá delegar las suyas. Pese a un afán ordenancista impropio de una Constitución, y a cautelas retóricas, las autonomías, en lugar de delimitarse, quedaron abiertas a una progresión indefinida desde un punto de partida más amplio que en la república, a interpretaciones, incluso al hecho consumado.

     La cuestión fue abordada por los partidos, señala Herrero de Miñón, desde tres enfoques distintos: a) los nacionalistas pretendían un reconocimiento nacional para Cataluña, apoyados por socialistas y comunistas, mientras que los nacionalistas vascos hablaban de “soberanía originaria”; b) los socialistas y comunistas defendían incluso el “derecho de autodeterminación”, es decir, la posible secesión; y c) la UCD y en parte AP pensaban en una “regionalización del Estado”, de inspiración orteguiana.

     Las aspiraciones de los nacionalistas catalanes y vascos no precisan aclaración. Algo más la coincidencia de socialistas y comunistas con ellos. Esa coincidencia era una tradición en el PCE, no así en el PSOE, que siempre había preconizado un centralismo incluso jacobino. El PCE, si bien centralista de hecho, siempre había incluido en su programa la “autodeterminación de las nacionalidades” al estilo leninista, según un modelo extraído de la experiencia de los imperios ruso y austrohúngaro, con nada en común con España. El PSOE de González y Guerra asumió en esto las viejas posturas comunistas, debido a un afán de radicalismo, a su visión negativa de España y a su antifranquismo, ya que el régimen anterior había defendido la unidad nacional.

    Menos esperable era la repentina inclinación autonomista de la derecha, entusiasta en casos como el de Herrero. En buena medida venía de la influencia orteguiana sobre la Falange, en este caso lo que Ortega había llamado “la redención de las provincias”. Según Ortega, España era un “enjambre de pueblos” y nunca se había “vertebrado” estatal y socialmente como era debido. El filósofo representaba un nacionalismo español “regeneracionista”, muy similar a los nacionalismos catalán y vasco por cuanto negaban como nefasta la historia anterior y pensaban tener la receta casi mágica para redimir a los pueblos y elevarlos a la gloria.

     Los análisis históricos y políticos de Ortega no cuentan entre sus mejores obras. Solían ser retóricos y creaban falsos problemas. “Ocurrencias”, las llamaba Azaña que, sin embargo, se parecía mucho a él en su adanismo hacia España y su historia. Ocurrencias a veces disparatadas, pero expuestas en lenguaje un tanto pomposo que seducía a muchos lectores. La política debía ser “una imaginación de grandes empresas en que todos los españoles se sientan con un quehacer”, señaló en su discurso del 30 de julio de 1931 en las Cortes. Azaña, a su turno, propugnaba en Barcelona, el 27 de marzo de 1930, “un Estado dentro del cual podamos vivir todos”, como si en España nunca hubieran vivido, mejor o peor, todos (los españoles, se entiende), como en los demás países europeos. Viendo el pronto desenlace de las “grandes empresas” orteguianas y de ese “Estado” tan especial de Azaña, cabe ponderar la peligrosidad de las grandes frases vacías, a medias exaltadas y a medias frívolas. Una de las ocurrencias de Ortega propugnaba la articulación de España “en nueve o diez grandes comarcas” autónomas, para las cuales “la amplitud en la concesión de self government debe ser extrema, hasta el punto de que resulte más breve enumerar lo que se retiene para la nación que lo que se entrega a la región". De este modo creía poder salvaguardar el principio de la soberanía nacional y contentar, más o menos, a los nacionalistas vascos y catalanes. Su discípulo Julián Marías observaría, en 1978, lo inútil y arriesgado de querer contentar a quienes no se van a contentar.

     Yacía bajo todo ello un serio temor a los separatismos vasco y catalán, pese a no haber supuesto ellos ningún peligro ni amenaza desde hacía cuarenta años. La razón no confesada de ese generalizado descrédito de todo centralismo provenía ante todo de la ETA y su contagio, aun si en mucha menor medida, a Cataluña, Galicia y Canarias. Ya vimos que la ETA era el único movimiento nacionalista que había surgido con algún impulso durante el franquismo, ya muy al final de este y, por las razones ya expuestas, había adquirido una excepcional relevancia política. No debe olvidarse que el terrorismo ha ejercido una profunda influencia corrosiva y corruptora en España, más que en cualquier otro país europeo, ya desde el pistolerismo ácrata de la Restauración, a cuyo derrumbe contribuyó decisivamente; y siempre por las mismas razones: la explotación política de los asesinatos por otros partidos teóricamente moderados.

      De los tres enfoques autonomistas terminaría imponiéndose el de UCD muy hibridado con el de los nacionalistas, dando lugar a un autonomismo funcionalmente similar al federalismo, pero sin delimitación clara. Sobre todo el ministro adjunto para la Regiones, Clavero Arévalo, propugnó la generalización de las autonomías, creyéndola un modo de disolver los separatismos, mientras que Herrero insistía en unos “derechos históricos”, “singularidades históricas” de Cataluña y Vascongadas, que no autorizaban la homogeneidad autonómica. Herrero asimilaba la situación española a la de Gran Bretaña, un verdadero dislate histórico, y llegó a declarar: “La Constitución puede pasar. Ni España, ni Cataluña ni Euskadi pasarán”; igualaba así las tres entidades y recogía el término inventado por Sabino Arana para incluir Navarra y los departamentos vascofranceses. Quizá influyera en tales actitudes el hecho de estar casado con una señora emparentada con dirigentes sabinianos. Suárez, más reticente a las tesis del PNV, pensaba que UCD y PSOE harían la política real en las Vascongadas, ante un radicalismo nacionalista al borde de la ilegalidad.

    Probablemente el enfoque más razonable fuera el propuesto por el nacionalista catalán Roca Junyent en un momento en que, ante las dificultades y diferencias, habló de reducir el texto a unos principios genéricos a desarrollar luego, y restaurar el estatuto de 1932. Pero ello no ocurriría.

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lunes, 2 de agosto de 2010

Por qué atraía tanto el marxismo

IDEOLOGÍAS
Por Pío Moa
Entendemos o interpretamos el sentido de los actos cotidianos en función de su finalidad: hacemos tales cosas con tales motivos y fines, aun si a veces el motivo se hace inconsciente por la costumbre o por otras razones. En cambio se nos escapa el sentido o finalidad general de la vida de cada uno y, más ampliamente, de la actividad humana en general.
Intentamos penetrar el sentido mediante, por ejemplo, el estudio de la historia, pero nunca, al menos hasta ahora, lo hemos logrado, ni librado nuestra psique de la sensación inquietante o angustiosa del misterio. En esa inquietud esencial acerca del sentido de la vida se fundamentan las religiones y las ideologías.
Hay una diferencia clara entre las ideologías y las religiones: estas exigen la fe, intuyendo que la respuesta a las preguntas básicas excede de nuestra capacidad racional: en el cristianismo, Dios decide sobre el significado de nuestras vidas y de la historia, y aunque sus designios sean inabarcables para el hombre, este puede acceder en parte a ellos, mediante la razón y la fe. Las ideologías, por contra, suponen que la razón (o la ciencia) deben ser suficientes, pues incluso si por encima de todo existiera algún ente misterioso, al ser este inasequible a la razón, carecería de toda relevancia práctica para el hombre. En la realidad de la vida solo podemos valernos de nuestras capacidades intelectuales, y las inquietudes que no pueden tener respuesta deben desecharse como cuestiones absurdas, sin significado.
Pero entonces, ¿cómo explicar que la humanidad haya vivido durante muchos milenios bajo los absurdos religiosos sin haber concluido hace mucho tiempo en un total colapso? La ideología suele resolver el problema por la vía rápida: condenando como bárbaros y oscurantistas los tiempos anteriores a las explicaciones ofrecidas por el ideólogo. Esta postura, típica de los utopistas, irritaba a Marx como prédica vana y deshonesta por parte de "un profeta inspirado ante unos asnos boquiabiertos". Era preciso aplicar, no vanos moralismos, sino el estudio científico de la sociedad, que debería aclarar, por un lado, las causas por las que la historia había sido como había sido y por otra abrir un camino fundado en la ciencia para emancipar al género humano. Así, explicaba la religión de un modo sugestivo: se trataba de fantasmagorías nacidas de la parcial impotencia humana antes de conocer la ciencia. La idea no era nueva, pero, añadía Marx, la función religiosa había consistido en justificar los intereses prácticos de las clases dominantes y aquietar a las dominadas pretendiendo que orden social respondía a la voluntad divina y dándoles esperanzas de resarcirse en el otro mundo. Así, la religión no respondía a una vana y pueril inquietud ante el misterio de la vida, sino que, partiendo del miedo, cumplía una misión social muy práctica, "materialista". Con ello, el marxismo ofrecía un nuevo sentido a la vida: la lucha por abolir la división de la sociedad en clases, que abriría al ser humano horizontes de impensable maravilla a partir de una época en que el llamado capitalismo había sentado las bases de la abundancia general, aunque al mismo tiempo impidiera a la mayoría disfrutar de ella.
Esta concepción tenía un poderoso atractivo por cuanto sustituía a la religión ofreciendo a la vida una esperanza y un sentido "materialista", palpable y no nebuloso, basado en la economía y la ciencia. Tenía otra virtud, pues marcaba un blanco claro a los resentimientos personales y sociales: el capitalismo explotador, el enemigo a destruir por el bien de la humanidad. Ello es muy importante, porque al marxismo cabe hacerle la misma crítica que él hace a la religión: bajo las grandes e ilusorias promesas de "realización" o "desalienación" del ser humano yacían motivos más prácticos, incluso sórdidos, en todo caso menos sublimes, como el de ocupar el lugar de los ricos y los poderosos. Y ello en grados muy variables según las personas, desde el comunista más vulgar que bajo la jerga política aspiraba meramente a apoderarse de los bienes de los ricos, hasta el obsesionado por un poder a escala nunca vista, un poder absoluto, capaz, mediante la ciencia y la técnica, de transformar al mismo ser humano. Según Marx, Prometeo era el único santo a considerar por la filosofía, y los nuevos prometeos resultarían los jefes marxistas: los sistemas comunistas han testimoniado un ansia de poder realmente titánica, y al mismo tiempo su fracaso.
Además, el marxismo alejaba la incómoda sensación de culpa personal propia de la religión. Ante el fin propuesto, ante el sentido real de la vida, por fin descubierto, los humanos sumidos en la ignorancia y el atraso, opuestos deliberada o inconscientemente a la emancipación de la humanidad, debían ser arrojados al "basurero de la historia", lo que en la práctica podía significar el exterminio puro y simple. No necesariamente, claro, si se sometían de forma absoluta al nuevo poder. En todo caso, ningún "ser supremo" iba a exigir cuentas a nadie después de la muerte.
El marxismo atrajo a millones de personas por muy diversos motivos concretos, pero debajo de todos ellos yace, creo, la sensación de haber hallado un sentido a la vida y a la historia, que incluye la liberación de las limitaciones propias del ser humano. Liberación finalmente ilusoria, castigada con su propia realización material, como en el mito prometeico.

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sábado, 31 de julio de 2010

De la revolución al separatismo

Nacionalismo

Pío Moa
 
2010-07-28

O, más justamente, de la revolución obrerista a la revolución separatista, pues se trata en los dos casos de auténticas revoluciones, ya que se proponen cambios históricos radicales. España se enfrenta a una larga serie de problemas, ligados entre sí, pero tal como en los años 30 el problema más decisivo era el revolucionario, que abocó a una guerra civil, en la actualidad es el separatista. Quiere esto decir que resolver ese problema contribuiría a la solución de muchos otros. Por lo tanto es preciso dedicar las energías principales a afrontarlo, y tal debe ser el punto clave de un programa político.
Es precisa una visión clara del asunto: no basta señalar la evidencia de que el separatismo es cosa de minorías y de políticos corruptos, etc., ajenos a la masa de cada región, porque la masa siempre es dirigida por alguna minoría (todo partido lo es), y frente a esas minorías más o menos separatistas no existe hoy ninguna minoría organizada opuesta. No lo son, desde luego, el PP ni el PSOE, pues ambos contribuyen al proceso de descomposición de España. Y contribuyen no sólo por pasiva, al aceptar la iniciativa separatista con más o menos restricciones, sino también por activa, impulsándola como ha hecho el PSOE con el estatuto catalán, o imitando ese estatuto en Valencia o Andalucía, como ha hecho el PP. Todo ello deslegitima a esos políticos. Paralelamente, la información de la inmensa mayoría de la gente sobre esta cuestión crucial es rudimentaria y falseada por mil prejuicios.
Vidal-Quadras lo ha explicado así: los separatistas de diversas regiones tienen un plan, consistente en disgregar España, concebida como un mal histórico. Un plan que llevan más de un siglo persiguiendo tenazmente, adaptándolo a las circunstancias de cada época, y que en varias ocasiones, pero principalmente hoy, han parecido próximos a realizar. Y frente a ese plan no existe hoy un plan contrario capaz de reconducir el proceso, pues hasta ahora no se ha pasado de las críticas y las denuncias dispersas, a menudo en plan francotirador. Y quien tiene un plan termina por ganar la partida a quienes actúan de forma divagante, sin un objetivo preciso.
La gravedad de la situación radica precisamente ahí. Frente a los proyectos revolucionarios de los años 30 (que incluían el separatismo, aunque en segundo término), existían proyectos opuestos, sobre todo el de la CEDA, si bien estuvieron a punto de ser anegados por la marea revolucionaria e izquierdista. En la actualidad, el empuje separatista es incomparablemente menor que el revolucionario de aquellos años, pero extrae su fuerza y audacia precisamente de la ausencia de una oposición estructurada. No obstante, en España es tradición que cuando las clases dirigentes fallan, como en el caso de la invasión francesa, el pueblo tome los asuntos en sus manos. Y ahora es la ocasión. Todos los partidarios de la unidad de España deben plantearse seriamente cómo invertir la presente deriva balcanizadora.
 

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sábado, 17 de julio de 2010

Más sobre homosexualidad y homosexualismo

Réplica a Esplugas

Pío Moa
2010-07-16
En la polémica sobre la homosexualidad ha intervenido ahora el señor Esplugas con un artículo algo confuso y palabrero, como suelen ser muchas discusiones en España, sugiriendo además que homosexualismo y liberalismo van juntos. Para no perder el tiempo, resumiré algunas cuestiones básicas:




  1. Una cosa son los homosexuales y otra el homosexualismo, como una cosa son los obreros y otra el marxismo, o las mujeres y el feminismo, o los catalanes y el nacionalismo catalán, etc. Esas ideologías se dicen, falsamente, representantes de los homosexuales, los obreros y demás, y pretenden transformar la sociedad de acuerdo con sus particulares concepciones.
     
  2. El término "GAY" se ha interpretado como "Good As You", pero no es verdad. Un homosexual puede ser tan bueno o mejor que la mayoría como arquitecto, nadador o matemático, pero su homosexualidad no será "tan buena" como la normal: seguirá siendo una desgracia, que puede afrontar mejor o peor. Por hacer una comparación trivial, un cojo puede ser un gran empresario o científico, pero no logrará convencernos de que andar cojeando es tan bueno como andar normalmente.
     
  3. Tampoco lograrán convencernos –ni convencerse– de que el único problema consiste en la actitud de la gente con respecto a esas desgracias o a cualesquiera otras, o de que solo hay desgracia si uno se siente desgraciado. Se trata de la idea de que la realidad no existe, que solo existen constructos o invenciones mentales, y que basta cambiar el punto de vista sobre la realidad para que esta se transforme en otra cosa. "La mujer no nace, se hace", decía Simone de Beauvoir, y esa concepción se ha extendido mucho. Este modo de ver las cosas es inconsecuente, porque entonces valdría igual un punto de vista que otro, una opinión que otra, etc., ya que todas son invenciones en el fondo arbitrarias. Valdría tanto, por ejemplo, el homosexualismo como lo que llaman la homofobia. Pero ahí las ideologías se detienen: solo valen los puntos de vista, las invenciones de ellas.
     
  4. La homofobia, como el antiobrerismo, el machismo o el anticatalanismo, son, en ese sentido, palabras-policía, intimidatorias, a fin de paralizar la expresión de ideas o puntos de vista no conformes a tales ideologías. Estas rebosan odio a sus contrarias, pero no toleran el mismo odio en las demás. Pretenden, incluso, crear leyes para perseguir criminalmente a quienes piensan u obran de modo diferente, y cultivan asiduamente el victimismo sobre el pasado para justificar privilegios y opresiones presentes a los que aspiran –y a menudo logran.
     
  5. El homosexual razonable no hace de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida, acepta su realidad si cree que no puede cambiarla, y la lleva con discreción, ya que se trata de un asunto íntimo, como debieran hacer también los heterosexuales, aunque hoy se procura ya desde la escuela destruir los sentimientos de pudor y otros parecidos. El homosexualista, más consciente que nadie de su desgracia, en lugar de asumirla intenta grotescamente convertirla en motivo de orgullo y obligar a los demás a creerla "good as you".
     
  6. El homosexualismo no se limita a decir que un homosexual es una persona y debe ser respetado. En realidad eso le importa poco y va mucho más allá. Hace de su condición sexual el centro de su pensamiento y de su acción, y pretende que la sociedad se conforme según sus teorizaciones. Necesita creer y hacer creer que el apego social a una sexualidad normal, a la reproducción, a la familia, al pudor, etc. son "prejuicios" que deben desarraigarse por todos los medios. El homosexualismo, el feminismo y otras ideologías "radicales" suelen ir juntos, con efectos "progresistas" como el creciente fracaso matrimonial y familiar, el auge de la prostitución en mil formas y otros muchos que en otro artículo he definido como índices de mala salud social.

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martes, 13 de julio de 2010

Homosexualidad y homosexualismo

Réplica a José María Marco

Pío Moa 
   "No niego a nadie tal condición de individuo por esto o por lo otro. Siento aversión por los manejos de las mafias rosas, por su victimismo enfermizo y exagerado, como si sus problemas fueran los más dignos de ser tomados en consideración.

2010-07-11

Titula José María Marco Homófobos en libertad su artículo de réplica a uno mío. El título suena algo amenazador, supongo que sin intención. ¿Habría que privar de la libertad a quienes odian a los homosexuales? ¿Habría que cerrar Intereconomía por homófoba, como pide el sindicato homosexual? Me temo que el odio es libre y opinable, mientras no dé lugar a conductas delictivas, y no puede convertirse el mismo en un delito. La sociedad está llena de esas fobias, a la Iglesia, a España, al liberalismo, a la democracia, a la familia, a "los yanquis", a Israel, a tantas otras. ¿Por qué habría que castigar unas expresiones de odio y otras no? Espero que mi contradictor, cuyos escritos me parecen por lo común admirables, no vaya por esa senda.
El término homofobia significa literalmente odio o aversión a lo igual, pero los movimientos homosexualistas lo han convertido en odio a los homosexuales y la RAE lo ha aceptado con corrección política. Pero la RAE debiera haber añadido a la definición: "según los movimientos homosexualistas". Incluso podría haber señalado que el término busca amedrentar y prohibir la expresión de quienes son definidos como homófobos por dichos movimientos.
A mi juicio, la homosexualidad es una desgracia y explicaré por qué, ya que Marco insiste. La sexualidad normal se establece entre hombres y mujeres, tiende a la reproducción y, quizá por ello, a una unión estable, se cumpla luego o no. Hay, claro, otras formas de sexualidad, entre ellas la homo, pero defectuosas a mi entender. En ellas el acto sexual se convierte fundamentalmente en una diversión y un placer particular, sin importar de modo especial con quién o con qué, ni implicar otros sentimientos que los derivados directamente de ese placer o diversión (por supuesto, hay parejas homosexuales muy estables y afectuosas, pero ello es bastante raro y difícil, por la propia naturaleza de la relación, el "amor estéril"). Y esta es una ideología típicamente homosexual, también feminista, impuesta desde los medios de comunicación, el poder político, la enseñanza, el cine... con efectos sociales bien visibles.
La homosexualidad, en relación con la sexualidad normal, es una desgracia, como la cojera, la escasa inteligencia, la miopía etc. etc. Desgracias mayores o menores, nadie deja de padecer una o muchas, pero, por suerte, no son determinantes, salvo casos extremos. La vida humana se define, en gran medida, por el modo como se afrontan y superan las desgracias. Unos homosexuales superan la suya muy bien, y otros no. Para comprobar lo último basta ver la mala carnavalada del "orgullo gay", tanto en el espectáculo innoble que dan de sí como en la pretensión de hacer de su defecto una virtud, un motivo de orgullo. Es el mundo de lo grotesco, pero que, además, intenta convertirse en norma social. En fin, una cosa es la homosexualidad y otra el homosexualismo.
Pregunta Marco si en mi trato con homosexuales "obvio cualquier referencia a esta parte fundamental, afectiva y amorosa" de esos amigos o conocidos. Por supuesto, la obvio. Su sexualidad es asunto suyo y no me interesa más allá del dato general. Por lo mismo, suelo ser muy pudoroso con respecto a mi propia vida afectiva, y me desagradan las personas que exhiben la suya más de la cuenta. Aunque admito que ello es más bien cuestión de carácter.
También, según Marco, resulta "condenable moralmente y sin remisión quien niega a alguien su condición de individuo por una condición general, en este caso una condición sexual de la que no es responsable". En la última frase, así como en su exigencia de comprensión, revela Marco que él también considera la homosexualidad una desgracia; lo mismo con su ironía sobre "los agraciados y dichosos heterosexuales", que, como todos sabemos, no son en principio más dichosos ni agraciados que los homosexuales. Todo el mundo tiene sus problemas, y no hace falta ironizar. Por mi parte, no niego a nadie tal condición de individuo por esto o por lo otro. Siento aversión por los manejos de las mafias rosas, por su victimismo enfermizo y exagerado, como si sus problemas fueran los más dignos de ser tomados en consideración y, peor aún, por su utilización de ese victimismo como pretexto para imponer a la sociedad su particular y en mi opinión disolvente y liberticida ideología. No por ello dejo de considerarlos personas, de otro modo no me molestaría en decir lo que pienso sobre ellos.
En fin, sobre el "machismo" y la igualdad de oportunidades para las mujeres, le remito a mi ensayo sobre el feminismo que he publicado en mi blog. Y que, por supuesto, se puede discutir también.

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Van a por todas / La enfermedad del europeísmo

 
 
  La manifestación separatista de Barcelona ha sido impresionante. Si la policía, dirigida por separatistas, habla de un millón de asistentes habrán sido entre cien y doscientas mil, una cifra enorme en cualquier caso. Seguramente se concentraron allí todos los secesionistas catalanes más los partidarios del estatuto de nación asociada, todos ellos rupturistas con laa Constitución y la unidad de España. Ni son ni representan a la mayoría de los catalanes, como han mostrado las ridículas votaciones en los referendums ilegales recientes o la propia votación del estatuto; pero eso carece de verdadera importancia política, porque constituyen la fracción más activa, politizada y fanatizada de la población, mientras que los demás catalanes no solo carecen de representación (ni el PP ni el PSOE los representan, en realidad los traicionan) sino que constituyen una masa hoy por hoy amorfa, desorganizada, dispersa y sin apenas argumentario. Son las minorías las que arrastran a las mayorías, y las minorías claramente españolistas apenas existen, o carecen de dinamismo y de plan de acción, al contrario de las antiespañolas.

   En el programa Los últimos de Filipinas, del domingo pasado, señalaba yo cómo los separatismos en España habían cumplido un papel desestabilizador en los períodos de libertades, parasitando estas y facilitando el camino a las dictaduras, durante las cuales habían dejado de incordiar (salvo el caso de la ETA, de un separatismo nuevo, marxista, pero ya muy a últimos del régimen de Franco). Y Vidal-Quadras apuntaba a un dato crucial: “Efectivamente –vino a decir—los nacionalistas tienen un plan, el plan de disgregar España, y lo siguen en cuanto tienen oportunidad. Pero enfrente no hay plan alguno. Y quienes actúan de acuerdo con un plan, terminan ganando a los que no lo tienen”. Es más, terminan arrastrando a gran parte de sus adversarios que no saben adónde ir, como han hecho con el PSOE y el PP. Esta es la diferencia crucial, no la mera masividad de unos u otros en un momento dado. Los separatistas empezaron por tertulias insignificantes de personajes medio o más que medio chiflados, pero se han convertido en el mayor peligro para la continuidad de la democracia y de la propia nación española. Y frente a ello no valen las quejas ni los llantos.

   Tampoco creo que podamos consolarnos con la idea de que los separatistas, si se salen con la suya en Cataluña, nos libran de un problema y el país quedará más pequeño pero por así decir más saneado. La verdad es que el problema de Cataluña es el de toda España, y que los males que allí se perciben existen en todo el país, por lo que, más que en un “saneamiento” en cualquier sentido que se dé a la palabra, entraríamos en un proceso de desintegración.

    Urge, por tanto, pasar de lo negativo, de la mera crítica, menos aún de la queja, a lo positivo, a un plan de acción, esto es, a elaborar un programa político y una estrategia a partir de un análisis realista de la situación. Tarea para los pocos políticos demócratas y españolistas que quedan, a pesar de ser la población muy mayoritariamente demócrata y españolista.

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En Época

LA ENFERMEDAD DEL “EUROPEÍSMO”

   En un reciente encuentro en la Fundación Concordia salí al paso de una idea difusa, pero extendida, según la cual España lo debe todo a “Europa”, entendiendo por Europa lo que tradicionalmente se ha entendido en la paletería intelectual hispana: Francia, Inglaterra y Alemania, y sin siquiera percibir las profundas diferencias entre las tres. Esa mentalidad viene de lejos, y Ortega y Gasset la resumió en la frase ilógica, por no decir estúpida, “España es el problema y Europa la solución”; para lo cual inventó otras tonterías como la de la “tibetanización” de España. Ortega, cuando descendía al terreno histórico-político, solo tenía “ocurrencias”, como señaló Azaña y he analizado en libros recientes. 
   Opiné en la citada fundación que un factor de nuestra debilidad radica en esa falta de autoconfianza, en la creencia de que sin “Europa” no haríamos más que brutalidades, de que le debemos desde los fondos de cohesión hasta la democracia o la propia civilización, y la esperanza de que el mero hecho de estar “en Europa” nos permita resolver nuestros problemas, desde el económico al separatista. Este sentimiento, tan cultivado por políticos e ideólogos de tres al cuarto, es realmente corrosivo y solo se apoya sobre la ignorancia o la falsedad. Y al destruir la confianza en nosotros mismos como nación, nos vuelve incapaces de afrontar nuestros problemas.

    Expondré algunos aspectos del pasado reciente que abonan una razonable confianza en nosotros mismos. En primer lugar, España supo mantenerse al margen de las dos gigantescas guerras europeas del siglo XX, comparada con las cuales nuestra Guerra Civil no pasó de un episodio menor, tanto por el número de víctimas y destrucciones como por la crueldad empleada por todos los bandos. Neutralidad difícil, pues no faltaron políticos demagogos y progresistas ansiosos por embarcarnos en esas contiendas, como Romanones en la Primera Guerra Mundial o Negrín en la Segunda.

   Nuestros “europeístas” suelen motejar de “perdidos” los años del franquismo hasta 1959, afirmando que tardó mucho en recuperarse la renta de 1935. Pero los cálculos varían mucho de un economista a otro, y casi todos “olvidan” que Inglaterra tuvo a medio gas la economía española durante la guerra mundial, y que luego vino un aislamiento internacional absolutamente injusto, por cuanto los Aliados debieron mucho de su victoria final a la neutralidad española. Y suelen olvidar que el resto de Europa Occidental pudo rehacerse en gran medida gracias al Plan Marshall, negado a España. Pero incluso en tan duras condiciones el país avanzó, con mejoras decisivas en salubridad pública, esperanza de vida al nacer, enseñanza, sobre todo secundaria y universitaria, consumo de energía etc. Y ello, no solo sin Europa sino contra el aislamiento impuesto por Europa, solo superado en los años 50. Por cierto que la comparación de renta se hace con el año 1935, el mejor de la república, cuando lo adecuado es hacerlo con la primera mitad del 36, cuando el Frente Popular destrozó la economía española, siendo esa una de las causas de nuestra guerra.

  Aquel tipo de crecimiento más o menos “autárquico” se agotó en 1959, y el país supo cambiarlo con tal éxito que, sin estar en la CEE, embrión de la UE, España creció más que Europa, acercándonos rápidamente a su renta media. Tales logros no se han repetido desde que, como dicen los demagogos “entramos en Europa” (España siempre fue un país europeo)

   En cuanto a la democracia, casi toda Europa occidental se la debe directamente a la intervención de Usa en la II Guerra Mundial, mientras que nosotros nos la debemos a nosotros mismos, por evolución desde un régimen autoritario, no totalitario. Al igual que nos debemos la prosperidad anterior, y no al Plan Marshall, como ellos. Por tanto, menos beatería “europeísta”, pues nadie más que nosotros mismos va a resolver nuestros problemas.

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sábado, 10 de julio de 2010

Lo que hay y lo que falta

Crisis nacional
 "De todos los problemas que ha tenido España desde el "desastre del 98", el separatismo o balcanización es hoy el principal, después de haberlo sido durante mucho tiempo el revolucionario".
2010-07-08

Pío Moa
   
Desde 2004 tenemos un gobierno mafioso, esto es, ilegal e inmoral, conculcador de la Constitución, aliado del terrorismo, de los separatismos, de totalitarismos como el cubano o tiranías amenazantes como la marroquí, socavador de la independencia judicial, de la familia, fomentador de todas las formas de corrupción y que se siente heredero de un Frente Popular a su vez "rojo" y causante de la guerra civil.

Generalmente, la democracia tiene formas de contrarrestar las tendencias mafiosas presentes siempre en los partidos. Una es la independencia judicial, otra la libertad de expresión y otra la existencia de una oposición que frene al poder. Pero tanto la independencia judicial como la libertad de expresión han sido muy corroídas y se hallan muy acosadas; y la oposición ha dejado de existir desde el momento en que el PP ha caído bajo el poder de Rajoy y su camarilla, cuya política viene a ser casi la misma del PSOE. La última fechoría –por ahora– de estos políticos ha sido el estatuto catalán de estado asociado, que no de autonomía, fabricado por todos los enemigos de la Constitución y de España en obsequio a la ETA. Añadamos la crisis económica y una población en gran parte embrutecida por la telebasura, el botellón y el embuste sistemático sobre su propia historia, y tendremos "lo que hay". 

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Lo resume Federico afirmando que "España no puede ser un régimen liberal y democrático enfeudado a una Cataluña despótica". Claro está. Ni a unas Vascongadas, Galicia o Valencia, Andalucía, Castilla la Mancha, etc., que por su propia cuenta siguen la misma vía del despotismo y la corrupción. Máxime cuando, como también observa Federico, la cuestión "catalana" es ante todo la cuestión de una clase política española desnortada o algo peor. Al final, de España no quedaría nada.

De todos los problemas que ha tenido España desde el "desastre del 98", el separatismo o balcanización es hoy el principal, después de haberlo sido durante mucho tiempo el revolucionario. Resolviéndolo se resolverían gran parte de los demás, tan agravados por el actual gobierno delincuente. Pero, como dice Vidal-Quadras y con otras palabras también Federico, los separatistas tienen un plan, saben lo que quieren, mientras que frente a ellos no existe plan alguno ni se sabe hacia dónde reman los partidos que se llaman "nacionales" y son, precisamente, antinacionales. Durante años, muchas personas, Federico de forma destacada, hemos defendido al PP como alternativa, aun si floja y llena de defectos. Hoy, se necesitaría una dosis demasiado alta de ingenuidad o tontería para ver en el PP esa alternativa. Existe un descontento extendido, bien manifiesto en las enormes manifestaciones de hace unos años, ahogadas precisamente por el PP, pero no surge el partido que pueda recogerlo y encauzarlo con un programa claro, democrático y español. Y esto es justamente lo que falta, a pesar de que las condiciones para crearlo son en general muy buenas. Si no surge ese partido, deberemos resignarnos a un proceso de descomposición, con probables violencias y "alternativas" estrafalarias o dictatoriales, en una dinámica tan conocida por los regímenes latinoamericanos.

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Victimismo homosexualista / Etapas del separatismo / Clases sociales



Me comentan sobre una tertulia televisiva en la que alguien se refiere a la época de Franco, "cuando los homosexuales eran perseguidos y se les aplicaba la ley de Vagos y Maleantes".
Eso de ennegrecer los tiempos de Franco para, por comparación, hacer colar las fechorías de nuestro tiempo de descomposición de la democracia, es un recurso muy empleado. Pero vamos a aplicar un poco de lógica: ¿cuántos homosexuales había en tiempos de Franco? Seguramente una proporción más o menos como la actual, aunque menos visible. Más de un millón, desde luego. ¿Cuántos presos había en las cárceles? Resulta que en las cárceles había unas 15.000 personas al final del régimen y menos todavía diez años antes, es decir unas cinco o seis veces menos que ahora. Era una cifra también muy inferior a las de los países europeos occidentales (y también había bastantes menos policías, y no existían las policías privadas que hoy proliferan). ¿Cuántas de esas personas estaban encarceladas por ser homosexuales? Desde luego poquísimas, si es que alguna. Debe reconocerse, pues, que si los homosexuales eran tan ferozmente perseguidos, la eficacia de la persecución era ínfima. En realidad un homosexual no era encarcelado por serlo, sino por otras causas, como escándalo público, pederastia o similares. Había homosexuales notorios y conocidos en diversas profesiones de proyección pública, como las artísticas, y, desde luego, también en las demás. La homosexualidad no estaba bien vista, y suscitaba muchas bromas y chistes, pero en la inmensa mayoría de los casos la persecución no iba más lejos de ahí.
 Un truco permanente de las ideologías es el victimismo, con el cual intentan paralizar la crítica a los dislates que suelen tratar de imponer: ¡ellos son las víctimas y tienen todo el derecho a una reparación sin límites! Por cierto, la Ley de Vagos y Maleantes no es franquista, sino republicana, propuesta o apoyada en las Cortes por el propio Azaña, en el verano de 1933.

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¿Imperio de la ley?

        Me sorprende que García Domínguez, generalmente tan lúcido y agudo, hable de acatar leyes como las que vienen imponiéndose en España sobre el aborto o los estatutos “nacionales”. Son leyes establecidas por políticos que no cumplen la Constitución ni las leyes en general, puesto que estas apenas se han aplicado en diversas autonomías, y los terroristas han visto reconocido y premiado su “derecho” a asesinar. Una democracia debe regirse por el imperio de la ley, pero esto nunca funcionó del todo desde la misma transición, y ahora el sistema se descompone a ojos vista. Son cosas denunciadas mil veces, y termina aburriendo hablar de ellas, porque la denuncia queda sin consecuencias mientras no se articule de una vez la rebelión cívica contra las continuas fechorías del poder. Es perfectamente lícito, en estas circunstancias, que un político honrado y con principios no se limite a la objeción de conciencia o a la dimisión, sino que haga uso de su poder, regional o local, para desobedecer las imposiciones tiránicas, que no leyes, de los acosadores de Montesquieu y colaboradores del terrorismo, del separatismo, de las dictaduras de izquierda, entre otras cosas. Lo ilícito, moral y políticamente, es obedecer a los tiranos.

****Pedraz: "A Baltasar Garzón todos le echamos de menos" Todos los amigos de la prevaricación y la falsificación histórica, se entiende.

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jueves, 24 de junio de 2010

¿Qué le debe España a la UE?

Europa

Pío Moa

 
2010-06-24

Sin demasiada sorpresa oigo a Pedro J. en VEO7 decir que "Europa", como él llama a la UE o se llamaba antes a la CEE, significa para los españoles libertad y prosperidad y que España pertenece a un club, la UE, con sus normas, que nos hemos beneficiado inmensamente de esa pertenencia pero hemos incumplido algunas normas y, claro, los otros miembros nos están llamando la atención.
Estas historietas calan, llevan muchos años calando en la conciencia pública, pero no por ello son más ciertas. Antes de entrar en la CEE, sin necesidad de "entrar en Europa", como decían los demagogos, España estaba creciendo económicamente a un ritmo mucho mayor que el de los países de la CEE, acercándose con rapidez a la media de ellos, mantenía su soberanía en mucho mayor grado que después, y unos índices de salud social bastante superiores también. Desde que entramos en la CEE, luego llamada UE, no hemos vuelto a alcanzar tales tasas de desarrollo, hemos perdido soberanía hasta el extremo de convertirnos en una especie de protectorado de Alemania y Francia, y hemos descendido brutalmente en salud social (índices de fracaso matrimonial, familiar y escolar, de drogadicción –primer país en consumo de cocaína, según he oído– de alcoholismo, de personas en prisión y delincuencia juvenil, de violencia doméstica, de abortos, etc.).
Y aun antes del espectacular desarrollo de los años 60 y mitad de los 70, España consiguió índices de crecimiento muy aceptables, a pesar de no haber dispuesto del Plan Marshall, como el resto de Europa occidental, y haber sufrido en cambio un prolongado aislamiento internacional completamente injusto, con olvido de los enormes beneficios que Usa y Gran Bretaña habían extraído de la neutralidad española en la guerra mundial. Índices de crecimiento manifiestos en el extraordinario descenso de la mortalidad infantil, la prolongación de la esperanza de vida al nacer, el aumento del consumo de energía, de la alfabetización, del estudiantado medio y superior, de la presencia femenina en la universidad, etc., algo sin parangón con la república u otros períodos anteriores. Esto, en los llamados (por los necios y los demagogos) "años perdidos" 40 y 50.
Tales son los datos reales y cuantificables, pero sistemáticamente olvidados o falseados con el fin de meter en la psicología social la idea de que los españoles somos completamente ineptos y si se nos deja por nuestra cuenta, sin la tutela de "Europa" no podríamos hacer nada que valiera la pena. Una Europa en la que nunca hemos dejado de estar –con nuestras particularidades, como los demás países–, desde Roma y desde que la Reconquista derrotó a Al Ándalus. Si España ha sido admitida en la UE será porque conviene a la UE, pero es posible que a nosotros no nos convenga tanto, porque el balance para España no es precisamente brillante.
En cuanto a la libertad, cabe recordar a Pedro J. y quienes piensan como él un par de hechos elementales: el franquismo no fue un régimen totalitario como los que existían en más de la mitad del continente –con aplauso de muchos progresistas hispanos–, sino autoritario y de economía bastante liberal, que permitió su transformación en una democracia sin los traumas de otros países. Y por eso la democracia no se la debemos a "Europa", es decir, la CEE-UE, sino a nosotros mismos, al revés que casi todos los demás países eurooccidentales, los cuales se la deben muy directa e inmediatamente a Usa. Y nuestra entrada en la CEE-UE no ha impedido en absoluto los fenómenos de involución y ahora descomposición política que ahora padecemos.
Nunca he conseguido entender de dónde sale ese servilismo absolutamente necio, cuando hemos logrado tantas cosas de las que podemos sentirnos contentos. Pero salga de donde salga, tiene unos efectos fácilmente constatables en la degradación de las instituciones, en la pérdida de soberanía y en la repugnante chabacanización del ambiente social.
 

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miércoles, 23 de junio de 2010

La historia basura de Martínez Reverte

Franco y los judíos
   Pío Moa
"El hecho, como todo el mundo debiera saber a estas alturas, es que la España franquista salvó por lo menos a unas 20.000 posibles víctimas del Holocausto".
2010-06-21

De Martínez Reverte y su peculiar concepción de la historia ya me he ocupado otras veces. Ahora ha vuelto a la carga con un artículo donde afirma que los franquistas elaboraron una lista de 6.000 judíos residentes en España con la presunta intención de entregárselos a Himmler para su exterminio, lista que aprovecharían estos en la célebre conferencia de Wannsee, prólogo al Holocausto. ¿La prueba? En Wannsee se manejaron las mismas cifras de judíos correspondientes al informe español. Claro está, en aquella conferencia se manejaron también las cifras de judíos residentes en otros países fuera de la jurisdicción alemana, por ejemplo, Gran Bretaña (330.000 judíos), Suecia (8.000), Suiza (18.000), etc. ¿Serían estos datos la prueba de que los gobiernos británico, sueco, suizo, etc., colaboraban con Himmler? A este historiador chiflado no se le ocurre la idea, no sé por qué. Pero pudiera muy bien habérsele ocurrido, dado que Londres no hizo nada reseñable para salvar a las víctimas del Holocausto, y un número de perseguidos fue rechazado cuando intentaba desesperadamente ponerse a salvo en Suiza, mientras que la España de Franco nunca les cerró la frontera. La chifladura malintencionada e indocumentada es una clave importante para entender los embrollos y violencias de nuestra historia desde la invasión napoleónica, como venía a señalar Julio Cerón y he razonado en Nueva historia de España.

Aunque los judíos de Marruecos y otros colaboraron económica y propagandísticamente con Franco durante la Guerra Civil, la mayor parte de los judíos fuera de España se pusieron al lado del Frente Popular, y era judía una considerable proporción de los enrolados en las Brigadas Internacionales. El dato indudable es que muchos de ellos colaboraron con el régimen revolucionario español dirigido en gran medida por Stalin, tanto mediante una intensa propaganda en el exterior como con las armas en la mano. Por ello y por la pervivencia de las historias sobre conspiraciones judeo-masónicas, que encontraban una presunta confirmación en tales hechos, el régimen de Franco detestaba a los judíos ashkenazis (en cambio mantuvo la ley, pese a haber perdido su efecto legal, que ofrecía a los sefardíes la nacionalidad española; ley promulgada bajo la dictadura de Primo de Rivera, y que permitiría salvar a bastantes hebreos de los campos de concentración nacionalsocialistas). No es cierto, desde luego, y contra lo que afirma Martínez Reverte, que judíos y masones fueran considerados los peores enemigos del régimen: su enemigo jurado era, sin duda, el stalinismo.

Las historietas de Martínez Reverte parten de una teorización arbitraria sobre Franco y su régimen, y pasan por alto la realidad. Lo he explicado en relación con Preston y otros: según ellos, Franco "tenía que" perder la guerra, dada su inepcia militar; "tenía que" haber entrado en la guerra mundial, dada su afinidad con el hitlerismo; "tenía que" haber mantenido a España en el más brutal subdesarrollo, dada su ideología fascista-clerical; "tenía que" haber sumido a los obreros en la más absoluta miseria, dado su odio a los partidos obreros, etc. etc. Esta gente cumple a la perfección el dicho: "no permitas que los hechos estropeen tu bella teoría". Pues, una vez más, el hecho, como todo el mundo debiera saber a estas alturas, es que la España franquista salvó por lo menos a unas 20.000 posibles víctimas del Holocausto, y aunque no sentía ninguna simpatía por la mayoría de los judíos, nunca llevó esa aversión a una política de exterminio ni de colaboración con el exterminio nacionalsocialista. Y ello a pesar de que nunca conoció el alcance de ese exterminio ni creyó las noticias dispersas que le llegaban al respecto. Sí conocía en cambio la existencia de una cruel persecución, aunque ignorase hasta donde llegaba, y ello bastó para proteger a un número relativamente elevado de perseguidos.

Gran parte de la opinión pública española padece hoy un auténtico bombardeo de historia-basura. Y uno de sus principales vehículos es el diario El País, también conocido por El Chafardero Indomable, inspirado, vaya casualidad, por un elemento de distinguida familia falangista, que trepó en la prensa del Movimiento gracias a la influencia familiar, para en el momento oportuno dedicarse de repartir títulos de demócrata o antidemócrata a quienes le parecieran bien o mal. Como puede imaginarse, la historia basura de Martínez Reverte es muy celebrada y publicitada en ese periódico, donde ha escrito el artículo en cuestión.

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viernes, 28 de mayo de 2010

Cuando los periodistas aplauden a los políticos, algo tuyo se quema (De la Vega y el Congreso Mundial de Periodismo)

elconfidencial.com
Redacción - 28/05/2010
Soy periodista y tenía curiosidad por conocer el trato que dispensarían los sindicatos de la profesión que participan en el Congreso Mundial de Periodismo La Pepa 2012, que se está celebrando en Cádiz, a la vicepresidenta del Gobierno, Fernández de la Vega, invitada este martes 25 a pronunciar el discurso  inaugural en el Teatro de las Cortes de San Fernando, y al escuchar los aplausos que le dedicaron sólo queda asumir que el ejercicio del periodismo se enfrenta a un futuro sumamente incierto. Cuando ni siquiera los periodistas más significados logran distanciarse de un poder político que en el ámbito de la comunicación no practica precisamente lo que predica, es que este noble oficio atraviesa por uno de sus peores momentos.  
En cambio, María Teresa Fernández de la Vega sí era consciente de dónde estaba, porque inició su intervención señalando el riesgo para una responsable política de encerrarse con trescientos periodistas, aunque es seguro que tenía información suficiente para saber que aquel no iba a ser un escenario hostil, razón por la cual asumió el reto, aseguró, superando sus reticencias iniciales.
La vicepresidenta llevaba elaborado un discurso fácil sobre las bondades de la libertad de expresión para el desarrollo de la democracia, la significación de las Cortes de Cádiz en esta materia, el mandato del Artículo 19 de la Carta Fundamental de las Naciones Unidas, la deuda de la sociedad con los periodistas que arriesgan la vida por mantenerla informada, y la obligación de los poderes públicos de garantizar un futuro prometedor para la sociedad de la información, a pesar de todas las dificultades sociales, económicas y políticas.
Era imposible no estar de acuerdo con el texto que iba desgranado De la Vega, al punto de que imagino que los representantes de los sindicatos de periodistas de países donde no están garantizadas las libertades fundamentales darían más de lo que tienen porque sus Gobiernos respectivos fueran capaces al menos de decir en público algo similar.
Pero estamos en España, Europa, en un congreso de representantes sindicales de la Federación Internacional de Periodistas a los que se supone mejor informados que la media, porque han debido leer comunicados y escritos de sus colegas en España de la FAPE, de CCOO y de la FeSP reclamando promesas de un estatuto profesional, de un marco regulatorio para la información, de soporte para medios públicos de comunicación, de medidas para que las redacciones no pierdan capacidad y experiencia, de apoyo económico para un sector clave para la democracia.
El Gobierno, contra el periodismo en la Red
Tienen que saber también que se suceden huelgas en la radio y televisión públicas del Estado y de las comunidades autónomas, en la Agencia Efe, y ante las sedes de medios de comunicación montados o comprados por empresarios que buscan una plataforma de poder o disuasión, con desprecio de una información libre y veraz. Tendrían que saber que el Gobierno Zapatero sigue discriminando entre periodistas “amigos” y “enemigos” en razón a su cercanía o alejamiento de las tesis socialistas. Por no hablar de su escandalosa negativa a reconocer la realidad de los medios serios en internet, caso de este diario digital.
Deberían saber también que las organizaciones no gubernamentales que defienden la libertad de expresión han reclamado reiteradamente, y con poco éxito, un mayor compromiso y sobre todo más determinación en defensa de la libertad de expresión y por la libertad de periodistas encarcelados en países sojuzgados por dictadores, o con Gobiernos que practican la censura y la represión contra los profesionales de la comunicación.
Y seguro que saben, porque está estos días en las portadas de todos los medios, que el Gobierno socialista de España ha aprobado recortes en los salarios de todos los empleados públicos y congelación de las pensiones, medidas que sitúan de nuevo a España ante una posible huelga general convocada por las centrales sindicales.
A pesar de lo cual, los periodistas reunidos en el Teatro de las Cortes de San Fernando rubricaron el discurso de De La Vega con un cerrado aplauso, al punto de que bastó contemplar su expresión satisfecha para comprender que la vicepresidenta acababa de experimentar algo parecido a un orgasmo político. En definitiva, ¿qué puede haber más gratificante para un gobernante que conseguir el aplauso de quienes sufren sus políticas? La verdad es que abandoné el Teatro profundamente desanimado y pensando en colgar los trastos. Yo me retiro. Al final he decidido escribir esta nota, una prueba más de que el ejercicio del periodismo tiene algo de masoquismo.

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martes, 18 de mayo de 2010

El oscuro caso del señor Jiménez Villarejo

Adolfo Prego

Pío Moa

Jiménez Villarejo ha pasado de colaborar con un régimen que, según él mismo, practicaba asiduamente los crímenes contra la humanidad, a adoptar la mentalidad de otros regímenes que, estos sí, los practicaron realmente en masa.

2010-05-17
Veo que el ex fiscal Jiménez Villarejo acusa al juez Adolfo Prego nada menos que de haber presentado libros míos, los cuales, dice el personaje, mantienen posiciones "de extrema derecha". Podría ser ese el caso y la acusación carecería de sentido, máxime en un magistrado, lo mismo que acusar al ex fiscal de presentar libros de extrema izquierda. Carecería de sentido, quiero decir, en una democracia, no en un régimen totalitario como el que él demuestra querer implantar con sus palabras y sus actos. Probablemente él preferiría que mis libros, los de César Vidal y otros más, fueran quemados en lugar de presentados, como han expresado sin ambages otros brillantes intelectuales de su cuerda.
Pero, además, es completamente falso que mis libros sean de extrema derecha: son estudios históricos y políticos cuyos datos y análisis nunca han podido rebatir los Jiménez Villarejo de turno, magistrados o historiadores, a pesar de que me he ofrecido muchas veces a sostener debates sobre ellos. Y precisamente por no poder desmentirlos han tenido que recurrir una y otra vez a la descalificación personal, el insulto, la tergiversación, la censura allí donde han podido implantarla, e incluso a la amenaza de cárcel. Hasta el día de hoy, mis análisis se sostienen perfectamente frente a todas esas formas de "argumentar", y pese al silencio con que son obsequiados por gran parte de la derecha. El furor totalitario del ex fiscal le lleva más allá: pretende que mi nombre se convierta en un tabú, y no sólo quede yo descalificado, sino también contaminado todo aquel que tenga trato conmigo. Algo así ocurría en la URSS y ocurre en Cuba, por ejemplo. Pero no aquí. Todavía no aquí, mal que les pese a los vociferantes Jiménez Villarejo.
Arguye también el ex fiscal que el juez Adolfo Prego, por haber presentado libros míos, tendría que haberse abstenido en la causa contra Garzón. Por lo mismo, Garzón, cuyo extremismo de izquierda es bien conocido, tendría que haberse abstenido en la mayoría de las causas políticas que ha emprendido. Pero no se le ha suspendido por ello, sino por otras causas que no viene al caso reiterar aquí, ni creo necesario informar de ellas a este señor. 
Psicológica y políticamente, el caso de Jiménez Villarejo resulta un tanto oscuro. Funcionario del aparato franquista tras jurar los Principios del Movimiento en 1962, sirvió por tanto a un régimen que los antifranquistas de ahora suelen calificar de genocida. Cómplice de genocidio, pues. Pero diez años más tarde, cuando ya se vislumbraba la próxima muerte de Franco, decidió traicionar aquellos principios entrando en una asociación llamada "Justicia Democrática". ¿Un demócrata, pues? Los calificativos no deben engañar, pues casi siempre eran los comunistas –los mayores y más sanguinarios enemigos de la democracia en el siglo XX– quienes con más afán se autotitulaban demócratas. Jiménez Villarejo, como otros, debió de encontrar demasiado poco dictatorial el franquismo y eligió pasarse a una tiranía mucho más completa, la marxista-leninista. Porque él entró en el PSUC, según leo en la Wikipedia. Ese partido era la sección más stalinista del PCE, la que mayor resistencia opuso al abandono, aunque sólo fuera de palabra, del leninismo, cuando Carrillo entendió que esa definición le espantaba votos. Pero, como en el caso de PSOE, tras la renuncia verbal quedaron las actitudes y hábitos mentales totalitarios, muy bien reflejados en la conducta del ex fiscal.
Y observen otro de sus argumentos: el encausamiento de Garzón intentaría tapar el caso Gürtel. Pero los delitos de Gürtel, que parecen ciertos, fueron investigados por Garzón empleando métodos propios de un estado policíaco, ante los cuales no tiene nada que decir el ex magistrado que, en cambio, parece encontrar delictiva la presentación de libros míos. Sin contar la descomposición de la justicia condensada en el hecho de que los delitos puedan ser perseguidos por jueces prevaricadores.
En España casi todo el mundo ha cambiado muchísimo de ideología, pero pocos han explicado el porqué de sus cambios, y nuestro ex fiscal tampoco se ha molestado mucho. Pero, explicados o no, los cambios son bien claros. Jiménez Villarejo ha pasado de colaborar con un régimen que, según él mismo, practicaba asiduamente los crímenes contra la humanidad, a adoptar la mentalidad de otros regímenes que, estos sí, los practicaron realmente en masa. Y ahí sigue el hombre, hecho una furia.

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sábado, 15 de mayo de 2010

¿Hay esperanza? Un triunfo de la justicia.

15 de Mayo de 2010 - 08:15:55 - Pío Moa

Garzón,  juez político y prevaricador hasta extremos inimaginables, creía poder pasarse por la entrepierna los más elementales fundamentos de la justicia, y lo creía con bastante razón: iba a favor de una corriente que dice que la izquierda tiene derechos especiales y que la derecha debe callarse o aplaudir, como lo hace en la práctica el PP, so pena de ser tildado de fascista, extrema derecha o cosas por el estilo. El juez sabía, además, que le apoya una buena partida de corruptos entre los jueces, las mafias sindicales, el gobierno, los titirizejos, etc. Cuando una sala del Tribunal Supremo decidió, por fin, pararle los pies, se entabló una batalla esencial para la supervivencia de una democracia en plena involución: o se imponía el principio de legalidad y de igualdad ante la ley, o se aceleraría el proceso hacia la conversión de España en una república bananera coronada.

   
Sin embargo, una victoria de la ley no lo es del todo mientras no lo sea también en la opinión pública. Leo,  en un artículo de Daniel Rodríguez Herrera, que en  los foros de Internet predominan los partidarios de Garzón que creen o dicen creer que este ha sido suspendido de la judicatura por tratar de “investigar los crímenes del franquismo”. Sus contradictores señalan la falsedad  de la idea, pero lo dejan todo en la fría aplicación de la ley, con lo que pierden de antemano la batalla principal, que es la de la aclaración de la realidad y el contexto histórico de esos crímenes. Mientras haya masas fanatizadas por una seudo historia del país, la batalla no habrá sido ganada.


   Y el hecho es que esas masas envenenadas y un tanto embrutecidas, convencidas de que la ley solo puede aplicarse en beneficio de sus ideologías o intereses, existen y pesan enormemente en la vida de la nación, incluso pesan cada vez más, debido a la inhibición culpable de la miserable derecha rajoyana. Lo cual, en definitiva, solo significa una cosa:

Que los liberticidas y guerracivilistas, interesados políticamente en resucitar viejos odios, han hecho bien y abundantemente su propaganda, frente a unos partidarios de la democracia y la unidad de España que han trabajado poco por la verdad. Se dirá que los primeros tienen a su favor la mayoría de los medios de masas;  pero no siempre los tuvieron, sino que los han ido ganando con una determinación, esfuerzo y habilidad maniobrera muy infrecuentes en el bando contrario.


    Son muchas las personas que hoy manifiestan preocupación por la deriva actual de  la sociedad y la política españolas. Muy pocas, en cambio, las que traducen esa preocupación en actos. Actos que, en el momento actual, deben dirigirse a ganar a la opinión pública. Un solo medio de masas poderoso puede llegar a millones de personas. Pero miles de personas creando opinión en su entorno, en lugar de permanecer callados y pasivos, pueden contrarrestar y frenar la acción de esos medios. Y hay, no  miles, sino cientos de miles de personas realmente preocupadas. Que, además, tienen a mano el argumentario y los medios materiales, cada uno a su escala, para “hacer algo”. A pesar de ello, la tendencia predominante sigue siendo la que denunciaba Julián Marías: "Se preguntan qué va a pasar, en lugar de qué puedo hacer”.

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