viernes, 28 de mayo de 2010

Cuando los periodistas aplauden a los políticos, algo tuyo se quema (De la Vega y el Congreso Mundial de Periodismo)

elconfidencial.com
Redacción - 28/05/2010
Soy periodista y tenía curiosidad por conocer el trato que dispensarían los sindicatos de la profesión que participan en el Congreso Mundial de Periodismo La Pepa 2012, que se está celebrando en Cádiz, a la vicepresidenta del Gobierno, Fernández de la Vega, invitada este martes 25 a pronunciar el discurso  inaugural en el Teatro de las Cortes de San Fernando, y al escuchar los aplausos que le dedicaron sólo queda asumir que el ejercicio del periodismo se enfrenta a un futuro sumamente incierto. Cuando ni siquiera los periodistas más significados logran distanciarse de un poder político que en el ámbito de la comunicación no practica precisamente lo que predica, es que este noble oficio atraviesa por uno de sus peores momentos.  
En cambio, María Teresa Fernández de la Vega sí era consciente de dónde estaba, porque inició su intervención señalando el riesgo para una responsable política de encerrarse con trescientos periodistas, aunque es seguro que tenía información suficiente para saber que aquel no iba a ser un escenario hostil, razón por la cual asumió el reto, aseguró, superando sus reticencias iniciales.
La vicepresidenta llevaba elaborado un discurso fácil sobre las bondades de la libertad de expresión para el desarrollo de la democracia, la significación de las Cortes de Cádiz en esta materia, el mandato del Artículo 19 de la Carta Fundamental de las Naciones Unidas, la deuda de la sociedad con los periodistas que arriesgan la vida por mantenerla informada, y la obligación de los poderes públicos de garantizar un futuro prometedor para la sociedad de la información, a pesar de todas las dificultades sociales, económicas y políticas.
Era imposible no estar de acuerdo con el texto que iba desgranado De la Vega, al punto de que imagino que los representantes de los sindicatos de periodistas de países donde no están garantizadas las libertades fundamentales darían más de lo que tienen porque sus Gobiernos respectivos fueran capaces al menos de decir en público algo similar.
Pero estamos en España, Europa, en un congreso de representantes sindicales de la Federación Internacional de Periodistas a los que se supone mejor informados que la media, porque han debido leer comunicados y escritos de sus colegas en España de la FAPE, de CCOO y de la FeSP reclamando promesas de un estatuto profesional, de un marco regulatorio para la información, de soporte para medios públicos de comunicación, de medidas para que las redacciones no pierdan capacidad y experiencia, de apoyo económico para un sector clave para la democracia.
El Gobierno, contra el periodismo en la Red
Tienen que saber también que se suceden huelgas en la radio y televisión públicas del Estado y de las comunidades autónomas, en la Agencia Efe, y ante las sedes de medios de comunicación montados o comprados por empresarios que buscan una plataforma de poder o disuasión, con desprecio de una información libre y veraz. Tendrían que saber que el Gobierno Zapatero sigue discriminando entre periodistas “amigos” y “enemigos” en razón a su cercanía o alejamiento de las tesis socialistas. Por no hablar de su escandalosa negativa a reconocer la realidad de los medios serios en internet, caso de este diario digital.
Deberían saber también que las organizaciones no gubernamentales que defienden la libertad de expresión han reclamado reiteradamente, y con poco éxito, un mayor compromiso y sobre todo más determinación en defensa de la libertad de expresión y por la libertad de periodistas encarcelados en países sojuzgados por dictadores, o con Gobiernos que practican la censura y la represión contra los profesionales de la comunicación.
Y seguro que saben, porque está estos días en las portadas de todos los medios, que el Gobierno socialista de España ha aprobado recortes en los salarios de todos los empleados públicos y congelación de las pensiones, medidas que sitúan de nuevo a España ante una posible huelga general convocada por las centrales sindicales.
A pesar de lo cual, los periodistas reunidos en el Teatro de las Cortes de San Fernando rubricaron el discurso de De La Vega con un cerrado aplauso, al punto de que bastó contemplar su expresión satisfecha para comprender que la vicepresidenta acababa de experimentar algo parecido a un orgasmo político. En definitiva, ¿qué puede haber más gratificante para un gobernante que conseguir el aplauso de quienes sufren sus políticas? La verdad es que abandoné el Teatro profundamente desanimado y pensando en colgar los trastos. Yo me retiro. Al final he decidido escribir esta nota, una prueba más de que el ejercicio del periodismo tiene algo de masoquismo.

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martes, 18 de mayo de 2010

El oscuro caso del señor Jiménez Villarejo

Adolfo Prego

Pío Moa

Jiménez Villarejo ha pasado de colaborar con un régimen que, según él mismo, practicaba asiduamente los crímenes contra la humanidad, a adoptar la mentalidad de otros regímenes que, estos sí, los practicaron realmente en masa.

2010-05-17
Veo que el ex fiscal Jiménez Villarejo acusa al juez Adolfo Prego nada menos que de haber presentado libros míos, los cuales, dice el personaje, mantienen posiciones "de extrema derecha". Podría ser ese el caso y la acusación carecería de sentido, máxime en un magistrado, lo mismo que acusar al ex fiscal de presentar libros de extrema izquierda. Carecería de sentido, quiero decir, en una democracia, no en un régimen totalitario como el que él demuestra querer implantar con sus palabras y sus actos. Probablemente él preferiría que mis libros, los de César Vidal y otros más, fueran quemados en lugar de presentados, como han expresado sin ambages otros brillantes intelectuales de su cuerda.
Pero, además, es completamente falso que mis libros sean de extrema derecha: son estudios históricos y políticos cuyos datos y análisis nunca han podido rebatir los Jiménez Villarejo de turno, magistrados o historiadores, a pesar de que me he ofrecido muchas veces a sostener debates sobre ellos. Y precisamente por no poder desmentirlos han tenido que recurrir una y otra vez a la descalificación personal, el insulto, la tergiversación, la censura allí donde han podido implantarla, e incluso a la amenaza de cárcel. Hasta el día de hoy, mis análisis se sostienen perfectamente frente a todas esas formas de "argumentar", y pese al silencio con que son obsequiados por gran parte de la derecha. El furor totalitario del ex fiscal le lleva más allá: pretende que mi nombre se convierta en un tabú, y no sólo quede yo descalificado, sino también contaminado todo aquel que tenga trato conmigo. Algo así ocurría en la URSS y ocurre en Cuba, por ejemplo. Pero no aquí. Todavía no aquí, mal que les pese a los vociferantes Jiménez Villarejo.
Arguye también el ex fiscal que el juez Adolfo Prego, por haber presentado libros míos, tendría que haberse abstenido en la causa contra Garzón. Por lo mismo, Garzón, cuyo extremismo de izquierda es bien conocido, tendría que haberse abstenido en la mayoría de las causas políticas que ha emprendido. Pero no se le ha suspendido por ello, sino por otras causas que no viene al caso reiterar aquí, ni creo necesario informar de ellas a este señor. 
Psicológica y políticamente, el caso de Jiménez Villarejo resulta un tanto oscuro. Funcionario del aparato franquista tras jurar los Principios del Movimiento en 1962, sirvió por tanto a un régimen que los antifranquistas de ahora suelen calificar de genocida. Cómplice de genocidio, pues. Pero diez años más tarde, cuando ya se vislumbraba la próxima muerte de Franco, decidió traicionar aquellos principios entrando en una asociación llamada "Justicia Democrática". ¿Un demócrata, pues? Los calificativos no deben engañar, pues casi siempre eran los comunistas –los mayores y más sanguinarios enemigos de la democracia en el siglo XX– quienes con más afán se autotitulaban demócratas. Jiménez Villarejo, como otros, debió de encontrar demasiado poco dictatorial el franquismo y eligió pasarse a una tiranía mucho más completa, la marxista-leninista. Porque él entró en el PSUC, según leo en la Wikipedia. Ese partido era la sección más stalinista del PCE, la que mayor resistencia opuso al abandono, aunque sólo fuera de palabra, del leninismo, cuando Carrillo entendió que esa definición le espantaba votos. Pero, como en el caso de PSOE, tras la renuncia verbal quedaron las actitudes y hábitos mentales totalitarios, muy bien reflejados en la conducta del ex fiscal.
Y observen otro de sus argumentos: el encausamiento de Garzón intentaría tapar el caso Gürtel. Pero los delitos de Gürtel, que parecen ciertos, fueron investigados por Garzón empleando métodos propios de un estado policíaco, ante los cuales no tiene nada que decir el ex magistrado que, en cambio, parece encontrar delictiva la presentación de libros míos. Sin contar la descomposición de la justicia condensada en el hecho de que los delitos puedan ser perseguidos por jueces prevaricadores.
En España casi todo el mundo ha cambiado muchísimo de ideología, pero pocos han explicado el porqué de sus cambios, y nuestro ex fiscal tampoco se ha molestado mucho. Pero, explicados o no, los cambios son bien claros. Jiménez Villarejo ha pasado de colaborar con un régimen que, según él mismo, practicaba asiduamente los crímenes contra la humanidad, a adoptar la mentalidad de otros regímenes que, estos sí, los practicaron realmente en masa. Y ahí sigue el hombre, hecho una furia.

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sábado, 15 de mayo de 2010

¿Hay esperanza? Un triunfo de la justicia.

15 de Mayo de 2010 - 08:15:55 - Pío Moa

Garzón,  juez político y prevaricador hasta extremos inimaginables, creía poder pasarse por la entrepierna los más elementales fundamentos de la justicia, y lo creía con bastante razón: iba a favor de una corriente que dice que la izquierda tiene derechos especiales y que la derecha debe callarse o aplaudir, como lo hace en la práctica el PP, so pena de ser tildado de fascista, extrema derecha o cosas por el estilo. El juez sabía, además, que le apoya una buena partida de corruptos entre los jueces, las mafias sindicales, el gobierno, los titirizejos, etc. Cuando una sala del Tribunal Supremo decidió, por fin, pararle los pies, se entabló una batalla esencial para la supervivencia de una democracia en plena involución: o se imponía el principio de legalidad y de igualdad ante la ley, o se aceleraría el proceso hacia la conversión de España en una república bananera coronada.

   
Sin embargo, una victoria de la ley no lo es del todo mientras no lo sea también en la opinión pública. Leo,  en un artículo de Daniel Rodríguez Herrera, que en  los foros de Internet predominan los partidarios de Garzón que creen o dicen creer que este ha sido suspendido de la judicatura por tratar de “investigar los crímenes del franquismo”. Sus contradictores señalan la falsedad  de la idea, pero lo dejan todo en la fría aplicación de la ley, con lo que pierden de antemano la batalla principal, que es la de la aclaración de la realidad y el contexto histórico de esos crímenes. Mientras haya masas fanatizadas por una seudo historia del país, la batalla no habrá sido ganada.


   Y el hecho es que esas masas envenenadas y un tanto embrutecidas, convencidas de que la ley solo puede aplicarse en beneficio de sus ideologías o intereses, existen y pesan enormemente en la vida de la nación, incluso pesan cada vez más, debido a la inhibición culpable de la miserable derecha rajoyana. Lo cual, en definitiva, solo significa una cosa:

Que los liberticidas y guerracivilistas, interesados políticamente en resucitar viejos odios, han hecho bien y abundantemente su propaganda, frente a unos partidarios de la democracia y la unidad de España que han trabajado poco por la verdad. Se dirá que los primeros tienen a su favor la mayoría de los medios de masas;  pero no siempre los tuvieron, sino que los han ido ganando con una determinación, esfuerzo y habilidad maniobrera muy infrecuentes en el bando contrario.


    Son muchas las personas que hoy manifiestan preocupación por la deriva actual de  la sociedad y la política españolas. Muy pocas, en cambio, las que traducen esa preocupación en actos. Actos que, en el momento actual, deben dirigirse a ganar a la opinión pública. Un solo medio de masas poderoso puede llegar a millones de personas. Pero miles de personas creando opinión en su entorno, en lugar de permanecer callados y pasivos, pueden contrarrestar y frenar la acción de esos medios. Y hay, no  miles, sino cientos de miles de personas realmente preocupadas. Que, además, tienen a mano el argumentario y los medios materiales, cada uno a su escala, para “hacer algo”. A pesar de ello, la tendencia predominante sigue siendo la que denunciaba Julián Marías: "Se preguntan qué va a pasar, en lugar de qué puedo hacer”.

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