sábado, 8 de septiembre de 2012

Que nadie llore por esta falsa democracia

 
Francisco Rubiales.- 
La falsa y degradada democracia española está acorralada y sin salida, con el pueblo inquieto, con muchos ciudadanos protestando en las calles, con los mercados atacando con extrema hostilidad, sin credibilidad internacional, sin propósito de enmienda creíble, con sus socios europeos negándole el dinero que necesita para sobrevivir y con el Congreso vallado y aislado de la sociedad, por puro miedo a la ciudadanía, una imagen dramática de un régimen que agoniza y se asfixia en el mar de excrementos que los mismos políticos han fabricado con la mentira, el despilfarro, la arbitrariedad, la corrupción y el abuso de poder.

El gobierno ha tirado la toalla y dice ya que nos ayudan desde fuera o nos hundimos. Han cometido muchos errores, desde despreciar a los ciudadanos has abusar del poder con iniquidad, sin desmontar el injusto e incosteable Estado de las Autonomías, manteniendo a legiones de enchufados y parásitos colocados en el Estado, sin otro mérito que tener carné de partido… pero el peor de todos los errores y traiciones ha sido creer que España podía resurgir sin el esfuerzo de todos, con la gente indignada por los desmanes del poder político, con la corrupción galopando por las tierras de España, con sólo los dictados de unos políticos que no representan a los ciudadanos, con gobiernos (de derechas o de izquierda, que lo mismo da), en los que ya nadie cree y a los que muy pocos respetan.

Muchos piensan que hay que llorar por la mal llamada “democracia española”, pero no es cierto. Algunos políticos y periodistas con tribuna en la televisión y la radio hablan con admiración de “nuestra democracia” y argumentan que hay que preservarla porque detrás llega el fascismo. Son verdaderos imbéciles o engañadores profesionales porque no merece la pena defender un sistema que de democracia no tiene nada y cuyo balance es tan desolador que ha llenado el país de desempleados y pobres, que arrebata sus hogares a cientos de miles de familias sin posibilidad de pagarlos, que obliga a varias generaciones de jóvenes a emigrar para encontrar empleo y que ha convertido a España en un país pordiosero que mendiga ayuda internacional para sobrevivir, además de líder en desastres y vicios como el blanqueo de dinero, la prostitución y trata de blancas, el tráfico y consumo de drogas, el fracaso escolar, la baja calidad de la educación, el rechazo popular a los políticos, el uso de la mentira como método de gobierno, los privilegios de la clase dominante, el mal funcionamiento de la Justicia, la creación de un Estado injusto y monstruoso, plagado de enchufados y parásitos, que cobran sin otro mérito que tener carné de partido y otras “lindezas” por el estilo.

Esa falsa democracia, que sólo es una sucia oligocracia de partidos preñada de corrupción o, para entendernos mejor, una dictadura camuflada de partidos políticos y de políticos profesionales e impunes, no merece una sola lágrima porque desde su nacimiento no ha sido otra cosa que una estafa, un régimen sin ciudadanos, una vía bastarda diseñada para sustituir el Movimiento Nacional de Franco por unos partidos políticos sin controles ni contrapesos, un cóctel hecho por cobardes en el que se hicieron concesiones inadmisibles a los nacionalistas y a las mafias regionales y locales, sin separación de poderes, sin leyes iguales para todos, sin elecciones realmente libres y sin una sociedad civil fuerte, que sirva de contrapeso al poder. Ni una sola de las reglas básicas de la democracia se cumple en este desgraciado y dramático “régimen” español, hoy hundido y a punto de entrar en quiebra total.

Si es cierto el sabio dicho de que “por sus frutos lo conocereis”, entonces la falsa democracia española es un guiñapo sin valor alguno. Un sistema que ha permitido que los desalmados que gobernaban saquearan las arcas públicas, sin devolver lo robado, y que ha dilapidado la riqueza creada, despilfarrando, endeudándonos hasta la locura y desprestigiando el sistema y la nación en todos los ámbitos imaginables, sobre todo en los mercados y en las cancillerias de todo el mundo, no merece una lágrima ni siquiera un gesto de respeto, sino un entierro silencioso, en una fosa profunda, de la que nunca más vuelva a salir.

Un sistema que ha sido gobernado por los dos grandes partidos del país, turnándose en el poder y en el fracaso, compartiendo la corrupción y la rapiña, no merece una sola lágrima, sino un drástico cambio de rumbo que permita que la nación renazca con la limpieza, la verdad y la decencia que nunca tuvo desde que Franco murió.

Hay más de mil casos de corrupción abiertos por la Fiscalía Anticorrupción que afectan a los principales partidos del país, incluyendo a los nacionalistas, lo que significa que existen más de 10.000 casos graves, ya que las estadísticas dicen que sólo uno de cada diez casos reales ve la luz en los tribunales. Esa multitud impresionante de malversaciones, estafas, falsificaciones, cohechos, robos y otros muchos delitos, todos ellos integrados en el bloque siniestro de la corrupción pública e institucional, constituyen una base más que suficiente para que una Justicia solvente e independiente, si existiera, ilegalizara a los grandes partidos políticos españoles por haberse convertido en peligrosas asociaciones de malhechores.

En España no hay otra solución que empezar de nuevo y aplicar el sabio y conocido principio de que “todos los males de las democracias se curan con mas democracia”. En España, donde el nivel de democracia real es practicamente cero, hay que instaurar un sistema nuevo, con controles, leyes asumidas por todos, contrapesos, castigo para los canallas, participación ciudadana y grandes exigencias éticas y profesionales para los que aspiren al poder, todo lo contrario de lo que existe hoy, un sistema descontrolado donde cualquier canalla o sinvergüenza ha podido auparse hasta la cima, donde, con una impunidad insultante, los políticos y sus protegidos han podido robar, engañar y conducir al país hacia la ruina y el fracaso.

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