jueves, 18 de septiembre de 2008

Vértigo de poder y tiranía

19 de Septiembre de 2008

Pío Moa
(Arts. anteriores: 14 de enero, 28 de febrero, 5, 9 y 11 de septiembre)

Un rasgo del poder es lo que podría llamarse el vértigo, su atracción a menudo traumática sobre las personas próximas a él, al modo como la gravedad atrae a los objetos sólidos próximos. Las luchas por el poder a lo largo de la historia abundan en los más feroces crímenes, desde matanzas indiscriminadas a asesinatos de padres, de hijos y de hermanos, las más fantásticas intrigas y acciones próximas a la demencia. No siempre fue así, desde luego, pero tampoco han sido sucesos raros, y la personalidad del monarca cuenta siempre mucho (empleo aquí el término monarca como la persona que ostenta la máxima responsabilidad de un sistema político, sea rey, presidente o secretario general). De ahí el tema inagotable que han dado al arte y a la literatura, además de a la historia propiamente dicha.

La dificultad de mantener el orden social ha empujado muy a menudo a reforzar el poder del monarca, y este a hacerse absoluto, arbitrario y personal, es decir, tiránico, hasta llegar a la pretensión de divinidad. Señalaba Tocqueville cómo la oligarquía, al estar constituida por potentados con su propia porción de poder, oponía un dique a esa tendencia absolutista, pero ello no siempre ocurre. El monarca puede llegar a disponer de una oligarquía extremadamente adicta, cuya lealtad consigue por medio de privilegios y que por ello siente su destino unido al del tirano; ese interés suele combinarse con la desconfianza y el espionaje de unos oligarcas sobre otros.

No siempre la tiranía ha supuesto la miseria para el pueblo, a veces ha ocurrido al revés, pues la mera existencia de un orden, aunque sea despótico, y si no es demasiado imprevisible, puede facilitar y fomentar la actividad económica. Pero la opresión soportada o una crisis económica o expectativas de bonanza frustradas, han solido dar lugar a revueltas, triunfantes o no, del elemento popular, democráticas en cierto modo, pero en general caóticas. Las sociedades no pueden mantener mucho tiempo una situación de desorden general, demasiado costosa en todos los sentidos; y de la revuelta y el caos surgen pronto nuevos regímenes fuertes, a menudo nuevas tiranías.

Puede decirse que gran parte del pensamiento político en Occidente gira en torno a la cuestión de la tiranía y el modo de evitarla sin caer en un desorden generalizado o en una oscilación de la tiranía al caos. La causa de esta preocupación radica en el sentimiento de la libertad personal, existente seguramente en todas las culturas, pero de forma mucho más acentuada y consciente en la occidental, probablemente por influjo del cristianismo.

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Revilla ha dado un paso al frente (ver blog 15 de septiembre)

Al informar sobre sus primeras experiencias sexuales a un pueblo ávido de saber (la gente de izquierda siempre "quiere saber", como cuando el 11-m: detesta el oscurantismo), ha sentado un precedente y rendido un inmenso servicio a la causa del progreso. Cabe criticarle, si acaso, su mojante mojigatería, lo corto que se ha quedado. Todos los políticos progresistas, empezando por el gobierno y los hedonistas del PP, deberían salir en programas televisivos porno, quiero decir eróticos. Es su obligación y su responsabilidad, a fin de dar ejemplo vivo de liberación de costumbres y libertad sexual, en eso debemos dar la razón a don Matías Crevillente. Y debemos apreciar también la amplitud de miras y la visión de futuro del ilustre intelectual ateneísta cuando señalaba el enorme flujo (input) de recursos económicos que tal medida generaría, las divisas, la reactivación económica y tal y tal: ¡nuestro gran Matty parecía estar previendo la crisis que hoy siembra de temores nuestro futuro de devoradores de lentejas, digo de gambas! Esas actuaciones, esos programas, esos vídeos podrían ser el modo más rápido y eficaz de superar una situación que está acogotando a Usa y otros países carentes de nuestra creatividad. Pero conviene darse prisa, empezar cuanto antes, pues en cualquier momento otros gobiernos europeos se les adelantan, se forran y arruinan el negocio del estado español y sus diversas naciones y hechos nacionales, que diría un etarra y también un miembro o unba miembra del gobierno.
Si ustedes lo piensan en serio, verán que no es ninguna broma.

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En una conferencia en Cataluña, hace unos días, Guerra fue llamado "fascista" por unos separatistas. Reacción de Guerra: "Por actos similares, finalizó la II República con el estallido de la Guerra Civil". ¿Habrá leído, por fin Los orígenes de la guerra civil? Por cierto, el año próximo se cumplen diez años de la publicación del libro.

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Hoy en Época
LA PRIMOGENITURA Y LAS LENTEJAS

La democracia española ha sido desde el principio bastante coja. Algunos lo achacan a su procedencia franquista, pero si observamos los hechos con imparcialidad vemos que casi todas las amenazas a la libertad y a la estabilidad del sistema provienen, precisamente, de los antifranquistas, cuyo odio es tan persistente que se mantiene tal cual a los treinta y tres años de la muerte de Franco. ¡Qué digo tal cual! Se realimenta y se hincha constantemente, pues la inmensa mayoría de los antifranquistas actuales colaboraba y trepaba en aquel régimen, o no movía un dedo contra él o, simplemente, no había nacido aún. De esos peculiares antifranquistas ha surgido el ataque a la independencia judicial ("el entierro de Montesquieu" preconizado por Mienmano), el expolio de Rumasa, digno de un país bananero, las grandes oleadas de corrupción, el terrorismo de gobierno, el terrorismo etarra y la colaboración de los separatismos con él, la persecución al español común y la continua ofensa a España en varias regiones, y tantas otras plagas que nuestra democracia ha venido afrontando mal que bien, cada vez más mal que bien.

Hubo en el período de Aznar una esperanza de regeneración: la corrupción descendió notablemente, el terrorismo fue afrontado con éxito y con la ley en la mano, empezó, muy al final, a ponerse coto a los separatistas, etc. Pero hoy sabemos que esa mejoría estaba destinada a truncarse aun si hubiera ganado el PP las elecciones de 2004, debido al nombramiento de un personaje de tan bajo perfil como Rajoy y al poder de su camarilla. Este hombre y su grupo han demostrado carecer de otras convicciones que el ansia de poder, y hasta en la oposición han claudicado en todos los extremos, tratando de hacerse los simpáticos a los colaboradores del terrorismo y a los separatistas; y de demostrar que son tan "progresistas" como ellos, si no más. Su penúltima fechoría ha consistido en unirse al ataque a fondo a la independencia del poder judicial, repartiéndoselo con el PSOE: nuevo triunfo de Mienmano y nuevo y gravísimo retroceso de una democracia en plena involución.

Como se recordará, los desmanes de los antifranquistas del PSOE en la época de Felipe González fueron cortados gracias a la acción, minoritaria pero enérgica, de algunos periodistas y medios informativos, que movilizó a una gran parte de la ciudadanía en torno a un PP por entonces bastante combativo. Nada de eso ha vuelto a suceder desde la matanza del 11-m, pese a que los ataques a la democracia por parte del actual gobierno son bastante peores que los de Felipe González. La inmensa mayoría de los medios está en manos de la izquierda progresista o pro separatista, y carece de la más mínima conciencia ciudadana, dedicándose masivamente a practicar el periodismo basura. La denuncia de tal situación es hoy dispersa, a menudo inconsecuente y descoordinada, y sostenida por unos medios afortunadamente en expansión, pero todavía muy minoritarios.

Ello no ha impedido masivas protestas ciudadanas contra el proceso de involución política y colaboración con el terrorismo secesionista. Pero ese movimiento se ha encontrado con un PP resuelto, no ya a aprovecharlo, sino a desviarlo y diluirlo, como efectivamente ha ocurrido, al menos por el momento. Millones de personas han votado a Rajoy creyendo que lo hacían a Aznar, enorme error.

La consecuencia ha sido una mayoría ciudadana inconsciente, sin apenas interés por sus propios derechos y libertades, siempre que pueda disfrutar de algunos bienes económicos, de "su cerveza con gambas". Una ciudadanía poco digna del nombre, dispuesta a perder su derecho de primogenitura a cambio de un plato de lentejas, por seguir el relato bíblico. Ahora que la crisis económica amenaza también sus gambas quizá reaccione. Pero si lo hace por ese motivo, nada habremos avanzado. El problema persistirá y quizá se agrave.

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